Cuando nos exponemos a situaciones que sentimos que nos hacen daño de forma frecuente y prolongada en el tiempo, podríamos decir que nuestra mente codifica lo adverso como: ¿para qué me voy a defender si va a cambiar?
¿Te ha sucedido?
Estos tiempos de pandemia de COVID-19 han sido, y siguen siendo, un escenario muy probable para que esta percepción aparezca.
¿Qué situaciones te pueden generar indefensión aprendida?
Pérdida repentina del empleo, sobrecarga de trabajo, muerte de familiares o allegados de manera imprevista o de forma múltiple, las circunstancias adversas de los inicios de una inmigración, interacción con personas que atentan contra tu moral, cambio en las rutinas de la vida diaria… son muchas las situaciones que te pueden hacer desarrollar la indefensión aprendida.
¿Entiendes por qué es aprendida? Porque el poco control que tenemos a veces sobre las situaciones negativas, “enseñan” a nuestra percepción que estamos indefensos ante ellas y que no podemos hacer nada, lo que conlleva a que nos convirtamos en personas pasivas ante los problemas.
De esta forma, se empieza a afectar tu motivación, tus emociones, tus pensamientos, hasta tus órganos y sistemas corporales. Veamos mejor cada una de ellas.
La motivación:
La motivación es el motor que impulsa nuestra voluntad para hacer una determinada cosa, ella está sostenida muchas veces por la recompensa de lo realizado, es decir, por la percepción de que logramos hacer nuestra voluntad, de que tenemos control, de que somos eficaces.
Pues bien, en la indefensión aprendida esta parte de nuestra mente se “apaga”, por que no tenemos esa retribución de lograr lo que nos proponemos, por lo que nuestra sensación de autoeficacia se ve mermada.
Las emociones:
La ira es probablemente la emoción más difícil de sobrellevar, se da cuando empezamos a exponernos a situaciones que, sostenidas en el tiempo, nos llevarán a sentirnos en indefensión. Todas estas situaciones nos hacen sentir frustración porque no podemos defendernos por lo aversivas que son o por ser injustas en sí misma. Esta emoción la vamos dejando de experimentar a medida que pasa el tiempo de exposición a situaciones difíciles sin resolución, empieza a aparecer la sensación de indefensión aprendida y es allí cuándo empezamos a sentirnos tristes.
La tristeza es la más duradera en estas situaciones, el decaimiento y las pocas ganas de “hacer esfuerzos innecesarios”, son factores que hacen que nos quedemos en indefensión y en una actitud pasiva frente a los problemas.
El miedo es otra emoción que podemos experimentar, sobre todo cuándo advertimos que la situación es muy compleja y dolorosa y no podemos romper el círculo de indefensión – pasividad para hacer frente a la situación.
Los pensamientos:
Aunque puede que veas los pensamientos separados de las emociones, la realidad es que van muy unidos y se retroalimentan entre sí. La indefensión aprendida nos hace pensar que el futuro no es prometedor y que el mundo no es lo suficientemente bueno para nosotros. Igualmente podemos “masticar” constantemente los problemas en nuestra mente sin encontrar solución a los mismos y sentirnos, en consecuencia, prisionero de los mismos y más tristes.
El mantenernos mucho tiempo inmersos en estas emociones y pensamientos nos pueden llevar a tener estados depresivos, a sentir ansiedad la mayor parte del día, a tener fobias o estrés postraumático sólo por mencionar algunos.
¿Cómo puedes solucionar la indefensión aprendida?
Lo primero que debes tener en cuenta es que si estás atravesando por esta situación, no te sientes mal porque quieres, sino porque se han consolidado conflictos emocionales no resueltos en el momento en que viviste situaciones difíciles.
Probablemente te sucedió que no recibiste contención psicológica a tiempo y, por tanto, no pudiste “metabolizar” lo que vivías en ese momento, lo que te llevó de forma inconsciente a defenderte de la situación cómo tu psique te lo permitió: desarrollando la indefensión aprendida.
En consecuencia, te recomiendo que comprendas inicialmente dos cosas:
- Que lo que le ocurre es una defensa para sobrellevar lo adverso y que, por tanto, lo puedes cambiar para defenderte de lo doloroso de una forma más adecuada.
- Que toda situación deja un aprendizaje y que el dolor también enseña, sólo hay que mirar con gran descernimiento y calma emocional.
Para comprender estas dos cosas, la psicoterapia te puede ayudar mucho si no puedes hacerlo solo (a), ya que no es simple a veces. No obstante, es necesario hacerlo ya que esto reforzará tu Yo, la confianza de que afrontarás de la mejor manera posible las situaciones difíciles actuales y futuras y, lo más importante, te permitirá trabajar la resiliencia, de la que hablaremos en la próxima publicación.